30.11.07

LA IMPORTANCIA DE LOS AMIGOS-EL LOCO-

Empecé la secundaria
Con ella vienen amigos
Que siguen muy dentro mío
Aunque poco ya los veo
Son todos muy compañeros
Si hace falta, están conmigo.


El colegio secundario se abrió ante mi vista más que nada como una liberación. Grato fue encontrarme en primer año con chicos con los que había hecho sexto y séptimo grado, que por cosas del destino habían recaído en el más Jesuita de los colegios de la ciudad. No voy a negar que me atemorizara un poco todo, pero como siempre he hecho, me las fui rebuscando para ser un poco diferente al resto. Ya de por sí cargaba con mis kilos de más y mi pequeño tamaño. Si me hubiera imaginado que con los años superaría en altura al noventa porciento de la clase mi panorama habría cambiado, mas en ese momento era de los más chiquitos y lampiños. Como relaté con anterioridad, nunca obedecí, por lo tanto me las tenía que arreglar para aprobar las materias con el mínimo esfuerzo posible. Lo conseguí, en los cinco años no estudié casi e hice un decoroso secundario, lo que me lleva a pensar que de haberlo hecho, la bandera se hubiera posado en mi hombro. Aunque no creo, ya que mi conducta rebelde me tuvo cada año al borde de la expulsión.
El colegio secundario significa amigos y esa es su principal función. Durante el primer año todo es prueba y error, o al menos se produce un descarte natural de manera que solo quedan algunos que valen la pena.

El Loco entró en mi vida entre los primeros, ya nos conocíamos del curso de confirmación en la parroquia del barrio y, al compartir el “1º C” y ser vecinos, todo surgió de forma natural.
Me abrió un panorama desconocido, el del último proceso militar y las bestialidades que el poder de turno había hecho con la gente buena. Por supuesto que su versión estaba signada por el asesinato de su padre en un asentamiento guerrillero en Tucumán y los ocho años de prisión que sufrió su madre. Esto lo obligó a pasar su infancia con su hermana menor y sus abuelos maternos, una familia acomodada dueña de una gran mueblería de la ciudad. Cuando lo conocí estaba en la etapa de reencuentro materno y todavía no estaba tan enojado. Por supuesto era un ser especial, muy activo y alegre, que usaba palabras que no pertenecían a mi vocabulario cotidiano. Cuando le decía alguna barbaridad él respondía “no podés ser tan canalla” y esas palabras sociables impidieron peleas que nos habrían separado de por vida. Sufría de un particular misticismo religioso, a él siempre le sucedían cosas sobrenaturales que contaba con seriedad y certidumbre y que, me asustaban un poco. Estaba convencido de ser un elegido, aunque todavía no sabía el motivo de tal elección. A pesar de sus ideas, en algunas situaciones se portaba de forma desmesuradamente racional, quedaba esto demostrado en su pasión por la ropa de moda, su pelo y su relación con las mujeres. Era un ganador nato, les conversaba un poquito y ya las enloquecía, a los trece años salía con una de quince que se desvivía en atenderlo y dispensarlo. Con él conocí la noche y las locuras de adolescente. Salíamos todos los fines de semana y nos colábamos en fiestas de personas desconocidas luego de falsificar invitaciones.
Nos fuimos integrando a nuestras respectivas familias. La suya era silenciosa y profunda, la mía un desorden continuo e impregnada de libertades.
El Loco tenía un gran amigo, grandote y oscuro, el Negro. Me incorporé pronto a su amistad aunque ellos dos me superaban en osadías, parecían no tener miedo de nada. El Negro no iba a nuestro colegio aunque vivía en el barrio. Al principio le tenía un poco de bronca. Recuerdo una fiesta en su casa donde me quedé sin pareja de baile y me fui apesadumbrado.
Yo no estaba acostumbrado ni preparado para el exceso de amistades y el Loco parecía poder con todo y con todos. Con el tiempo me transformaría yo en un maestro de la disociación pudiendo con todos mantener una cordial relación, pero faltaba bastante. Creo que él fue mi primer gran amigo, el primero que me hizo sentir contenido sin importar grados de entendimiento o diferencias políticas.