30.11.07

LA IMPORTANCIA DE LOS AMIGOS-EL LOCO-

Empecé la secundaria
Con ella vienen amigos
Que siguen muy dentro mío
Aunque poco ya los veo
Son todos muy compañeros
Si hace falta, están conmigo.


El colegio secundario se abrió ante mi vista más que nada como una liberación. Grato fue encontrarme en primer año con chicos con los que había hecho sexto y séptimo grado, que por cosas del destino habían recaído en el más Jesuita de los colegios de la ciudad. No voy a negar que me atemorizara un poco todo, pero como siempre he hecho, me las fui rebuscando para ser un poco diferente al resto. Ya de por sí cargaba con mis kilos de más y mi pequeño tamaño. Si me hubiera imaginado que con los años superaría en altura al noventa porciento de la clase mi panorama habría cambiado, mas en ese momento era de los más chiquitos y lampiños. Como relaté con anterioridad, nunca obedecí, por lo tanto me las tenía que arreglar para aprobar las materias con el mínimo esfuerzo posible. Lo conseguí, en los cinco años no estudié casi e hice un decoroso secundario, lo que me lleva a pensar que de haberlo hecho, la bandera se hubiera posado en mi hombro. Aunque no creo, ya que mi conducta rebelde me tuvo cada año al borde de la expulsión.
El colegio secundario significa amigos y esa es su principal función. Durante el primer año todo es prueba y error, o al menos se produce un descarte natural de manera que solo quedan algunos que valen la pena.

El Loco entró en mi vida entre los primeros, ya nos conocíamos del curso de confirmación en la parroquia del barrio y, al compartir el “1º C” y ser vecinos, todo surgió de forma natural.
Me abrió un panorama desconocido, el del último proceso militar y las bestialidades que el poder de turno había hecho con la gente buena. Por supuesto que su versión estaba signada por el asesinato de su padre en un asentamiento guerrillero en Tucumán y los ocho años de prisión que sufrió su madre. Esto lo obligó a pasar su infancia con su hermana menor y sus abuelos maternos, una familia acomodada dueña de una gran mueblería de la ciudad. Cuando lo conocí estaba en la etapa de reencuentro materno y todavía no estaba tan enojado. Por supuesto era un ser especial, muy activo y alegre, que usaba palabras que no pertenecían a mi vocabulario cotidiano. Cuando le decía alguna barbaridad él respondía “no podés ser tan canalla” y esas palabras sociables impidieron peleas que nos habrían separado de por vida. Sufría de un particular misticismo religioso, a él siempre le sucedían cosas sobrenaturales que contaba con seriedad y certidumbre y que, me asustaban un poco. Estaba convencido de ser un elegido, aunque todavía no sabía el motivo de tal elección. A pesar de sus ideas, en algunas situaciones se portaba de forma desmesuradamente racional, quedaba esto demostrado en su pasión por la ropa de moda, su pelo y su relación con las mujeres. Era un ganador nato, les conversaba un poquito y ya las enloquecía, a los trece años salía con una de quince que se desvivía en atenderlo y dispensarlo. Con él conocí la noche y las locuras de adolescente. Salíamos todos los fines de semana y nos colábamos en fiestas de personas desconocidas luego de falsificar invitaciones.
Nos fuimos integrando a nuestras respectivas familias. La suya era silenciosa y profunda, la mía un desorden continuo e impregnada de libertades.
El Loco tenía un gran amigo, grandote y oscuro, el Negro. Me incorporé pronto a su amistad aunque ellos dos me superaban en osadías, parecían no tener miedo de nada. El Negro no iba a nuestro colegio aunque vivía en el barrio. Al principio le tenía un poco de bronca. Recuerdo una fiesta en su casa donde me quedé sin pareja de baile y me fui apesadumbrado.
Yo no estaba acostumbrado ni preparado para el exceso de amistades y el Loco parecía poder con todo y con todos. Con el tiempo me transformaría yo en un maestro de la disociación pudiendo con todos mantener una cordial relación, pero faltaba bastante. Creo que él fue mi primer gran amigo, el primero que me hizo sentir contenido sin importar grados de entendimiento o diferencias políticas.


6.7.07

El primero de mis amores, Final

Vamos mal, pensé. Insistí a los dos días y fue igual. Se arrepintió de todo, supuse. ¡Que hija de puta! Pero como me gusta. Mis sentimientos encontrados me impedían pensar mucho por lo que resolví un operativo: Me declaré en huelga de hambre, solo iría al colegio, no visitaría amigos y dormiría la mayor cantidad de horas posibles.

En casa se extrañaron mucho porque yo en ningún momento hice el anuncio oficial de mi drástica medida. De un día para otro se encontraron con que no comía, casi no hablaba y lo más extraño: pasaba todo el día en casa. Yo no lloraba ni demostraba tristeza, solo silencio y soledad. A veces pasaba el Filósofo por casa y nos tomábamos unos mates, yo le contaba en que andaba y él repetía: ¡Que cagada!.

Iba seis días en ese estado. En el recreo me llamó el Loco, quería hablarme.

-Te quería contar, para que no te enteres por otro, que ayer a la noche nos abrazamos y dimos unos besos con BS.

-¿Y?, ¿Qué querés que haga? ¿Que me tire pedos en colores?

-¡No seas boludo!, yo se que te gusta BS y no quiero que nos peleemos porque estoy saliendo con ella.

Lejos de mí disgustarme con el Loco porque salía con BS, yo también había hecho mis intentos y mis logros a sabiendas de su interés.

-No te preocupes, no me pone contento esto, pero no me voy a enojar con vos ni nada parecido. En todo caso con ella sí me podría enojar.

Estaba enfurecido con ella, no me parecía lógico que diez días atrás estuviésemos revolcándonos a la orilla de la laguna y ahora esté noviando con el Loco.

Más tarde le pregunté al Filósofo si le había contado todo al Loco.

-Solo de tu enamoramiento, el resto no me pareció necesario.

-¡Bien Filósofo!, Nunca una palabra de más o que pueda molestar.

Ya no tenía sentido seguir en huelga de hambre, estaba todo perdido. No me extrañó el cariñoso llamado de BS. Me decía que me quería, aunque estaba enamorada del Loco. Que la perdonara por lo del otro día y que por favor no le contara nada a su nuevo novio. Yo no pensaba hacerlo, sin embargo, se me pasó por la cabeza mentirle que ya se lo había dicho. Todavía estaba enamorado y solo le dije un “Bueno” cortante.

Ya no me sentía tan mal. La novia del Loco había pasado por mis manos incluso me provocó una eyaculación maravillosa y recorrí sus partes más vedadas con mis dedos. No estaba tan mal.

Así y todo mi enojo para con ella no se pasaba por lo que decidí retirarle la palabra. Y lo cumplí, no fui agresivo, solo dejé de dirigirle la palabra. No se merecía mi atención. No se le hace eso a un espíritu noble.

A pesar de mi silencio nos seguimos viendo, como evitarlo si era la novia de uno de mis mejores amigos y además amiga de mi hermana. Las primeras veces me costó un poco pero con el tiempo me salía hasta con naturalidad. Ella me pedía que le hablara, que me “quería mucho”, que “no sea malo”; yo seguía inmutable. A pesar de que solo el Filósofo sabía la verdad de lo sucedido, todos sospechaban que esta chica me había hecho algo feo. Era indudable que mi silencio no era cómodo en las reuniones y poco a poco, juro que no fue mi intención, fueron apartando a BS y al Loco del grupo. Al Loco lo querían todos, el problema era la novia, por esa razón el Camiseta lo incitó a que viniera solo alguna vez. Lejos de ofenderse comenzó a venir sin compañía y todo volvió a la normalidad. Gracias a Dios, mis amigos, amigas, incluso el Loco; prefirieron mi presencia, decisión que, sin quererlo, les había obligado a tomar.

A pesar de mis esfuerzos, por un tiempo prudencial no hablé con el Loco de su noviazgo. Cuando las aguas se aquietaron e incluso yo salía con una amiguita cariñosa, el diálogo retornó a sus cursos normales.

-¿Ya te la clavaste? Pregunté en una de nuestras charlas profundas.

-Se puede decir que hicimos el amor sin penetración.

-¿Cómo sin penetración?

-Nos sacamos la ropa, nos tocamos y acabamos, pero no se la metí.

-¿Por qué?

-Porque no quisimos. Yo quería metérsela toda, a ella le daba miedo.

-¿Es virgen todavía?

-Sí.

Que raro, pensaba, en nuestro encuentro no tuvo actitud alguna que demostrara su virginidad, diría que la forma en que acariciaba y jugaba con su lengua no era de una chica virgen.

-¡Ya está entonces!, La próxima seguro té la clavás, ¡presione Loco, presione!

Fueron bastante tiempo novios y yo nunca volví a hablarle.

FIN


Primera parte
Segunda parte
Tercera parte

Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet 2005

30.5.07

El primero de mis amores, Tercera parte

Llegó mi hermana.

Che, ¿Por qué no te quedaste a la fiesta?

–Tenía que ir a la cancha.

–Vos siempre haciendo esas cosas. ¿Qué le pasaba a BS, le hiciste algo?,

–No, se enojó un poco porque no me quedaba a la fiesta de nuestros chiquitos, pero yo había quedado con el Negro, así que no podía hacer nada.

-Estuvo buenísima la fiesta, bailamos, comimos empanadas. Sos jodido,¿por qué no te quedaste?

-Otra vez, ¡no me hinches las bolas!, Ya te expliqué, me fui a la cancha. Y no creo que siga yendo a dar catequesis. Los curas me tienen las bolas llenas.

-Papá, escucha como habla. ¡Decile algo!

-Bueno, juicio. Expresó mi padre con una semi sonrisa. -¿Por que no van a buscar unas pizzas? Parece que nadie va a cocinar acá.

-Vamo filo. –Va.. vamos nomás.

La pizzería estaba en la esquina, hicimos el pedido y nos tomamos un *liso entre los dos mientras la esperábamos.

-¿Ves esta mancha? No es de fábrica. Le conté lo que había pasado. Con el Filósofo tenía la libertad de exponer libre mis tristezas, tal vez por su optimismo permanente o porque jamás juzgaba. Se puso serio y con cara preocupada.

-No te puedo creer. ¡Que cagada boludo! ¿Estuvo bueno?

-¡Increíble! Pero estoy más enamorado que antes.

-Que cagada.

No me animé a peguntar el por qué de su preocupación porque ya lo sospechaba: El Loco.

Mi corto pasado de desilusiones amorosas me recordaba a Mariana, de la que me enamoré en una fiesta y que a su vez estaba enamorada del Filósofo. Hice algunos intentos fallidos con su autorización y luego la olvidé o al menos dejó de importarme. Al Filósofo tampoco le interesaba, por lo que muy pronto desapareció de nuestras vidas.

Nunca me enojé con un amigo por tema de mujeres. Siempre tuve claro que la decisión la toman ellas y a ellas que había que dirigir el fastidio. Por supuesto que si intentaban soplármela, cosa que creo nunca pasó, tal vez me hubiera mortificado.

El Loco era muy amigo de BS. Jamás le ilustré mi enamoramiento ni le pedí que se hiciera a un lado. Me gustaba esa competencia y creo que a él también.

Su relación con BS iba prosperando a la par de la mía y muchas veces me sentía en desventaja y a punto de perder.

Luego de ese mediodía me entendía único ganador. Groso error, estaba a punto de sufrir la más cruel de las derrotas.

Luego de la pizza, el Filósofo arregló los mates y nos fuimos a la vereda. La noche estaba linda y yo no tenía ganas de dormir. Cada tanto se agregaba alguna de mis hermanas a la mateada. A las 11:30 de la noche ya toda mi casa estaba durmiendo. Nos fuimos a dar una vuelta y llegamos a su casa, no sin antes jugar unos fichines. Allí conversamos un rato con su hermana y el novio y me acosté en un colchón en el piso. Calculo que me dormí a las tres. Cuando me despertó la dueña de casa eran las siete, por lo que me vestí rápido y me fui a casa a buscar las carpetas para ir al colegio. Papá todavía no se había ido así que le pedí que me llevara.

-¿Dónde dormiste? ¡Tenés que avisar! No estaba enojado pero como padre tenía la obligación de reprocharme mi falta de conciencia familiar.

Ya los tenía acostumbrados a las omisiones sobre mi paradero. En general daba señales de vida al menos una vez por día.

Llegué cuarenta minutos tarde, no había problema, por alguna razón el preceptor me tenía cariño y me borraba las tardanzas. Los lunes no tenía la menor idea de las materias a cursar o si había alguna tarea que no hubiera realizado. Si llegaba a horario podía preguntarle al Genio pero en este caso solo contaba con mi capacidad de invención ante alguna consulta inesperada del profesor. Fue una mañana tranquila al menos en lo escolar, ya que no dejé por un minuto de pensar en BS. El Loco me contó que se habían encontrado en la peatonal y luego la acompañó a la casa. No pregunté más, no quería saber nada.

La llamé después de almorzar, me atendió carente de emoción y no quería verme.Continuará....
Primera parte
Segunda parte

Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet

22.5.07

El primero de mis amores, Segunda parte

Mi inexperiencia me hacía creer que le había hecho algo malo. La concepción machista nos ha convencido que las mujeres sufren más por amor que los hombres, ¡no es verdad!, Sus heridas se curan como las de los niños, rápido y casi no dejan huellas. Los hombres estamos obligados a no sufrir en esos casos, lo que es un doble trabajo ya que a pesar del dolor, tenemos que aparentar indiferencia. Esto hace más largas las agonías.

-Yo no quería que esto pasara. ¿Que hicimos?

No hacía falta respuesta, el proceso químico de la atracción sexual había explotado en su caso y mi amor desmesurado solo se había dejado llevar. En ningún momento me pareció que no quería.

-¡Que vergüenza!

-¿Por qué?

-No sé, ¡ah que vergüenza!, vamos a la iglesia, me siento muy rara.

-Yo estoy muy contento. Sin duda lo estaba, durante meses había soñado ese momento, no de esa forma, daba igual, la chica que amaba al fin había caído a mis brazos. Que inocente era, en realidad, estaba a punto de perder lo poco que tenía.

Traté de abrazarla mientras volvíamos a la iglesia. –Mejor no- me dijo. Y no me habló más.

La suerte quiso que me hubiera puesto un pantalón negro nevado, por lo que el recuerdo más evidente de aquel momento se confundía con las manchas originales y pasaba casi inadvertido.

-¿No me vas a hablar? Pregunté preocupado.

Estoy muy confundida, mejor no. ¿Confundida? Yo tenía una claridad atroz y ella confundida.

-Bueno, andá sola, yo me tomo el “13” y me vuelvo si preferís.

–Hacé lo que quieras.

Ofendida parecía, yo ya no entendía nada. Por eso me tomé el colectivo que cruzaba por el puente y con un dejo de tristeza regresé a casa.

Cuando pasé por la cancha de Unión me acordé que jugaba. Me bajé y me metí en la popular. – ¡Viniste Loco! Me dijo el Negro. A los 5 minutos un gol de Toresanni me hizo olvidar un poco el mediodía tan lindo y tan amargo.

Luego del partido nos quedamos un rato festejando la victoria y nos tomamos una gaseosa de litro en el quiosco de la esquina.

Vamo a lo del Sabalé.

–Vamo.

El Sabalé estaba en misa.

¿Vamo a la salida de misa?

–Vamo.

Y conversando del partido caminamos hacia la puerta de la iglesia.

Creo que éramos más los que estábamos en la puerta que los que habían entrado. Comenzaba a hacerse de noche. Cuando concluyó la misa, se nos unió el Loco.

-¿Qué hacemo? Pregunté.

-Vamo a la peatonal.

–Vayan ustedes- dije, los domingos a la noche detestaba la peatonal.

–Me voy a casa. Chau.

Llegué y me lo encontré al Filósofo tomando unos mates con papá.

-¿Hace rato que estás?

-No mucho.

–Dame un Matienzo.

Me tiré en el sillón y disfruté del silencio de la conversación que estaban teniendo. Continuará....

Primera parte

Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet

16.5.07

El primero de mis amores, Primera parte

Llegó una tardecita a casa buscando a mi hermana. Cuando abrí la puerta y me saludó con un beso, me habló bajito y con una dulzura que me encantaron. Venía a hacer un proyecto de clases de catequesis para niños pobres que patrocinaba mi colegio en un barrio cruzando la laguna. Tenía un año más que yo. Me inventé interesado y las ayudé o molesté en lo que pude. Les preparé unos mates y me deleité un par de horas en compañía de la recién llegada. La llamaban BS.

Antes de irse, el padre la esperaba en la puerta, me dijo como al pasar si quería dar catequesis con ella. Hablamos le dije, aunque la decisión ya estaba tomada.

Al otro día me llamó y le expresé que si necesitaba un ayudante estaba dispuesto. Si se trataba de hacer cosas separados no iría.

-Ya hablé con el padre José Antonio y le propuse que me acompañes, dijo que sí. El domingo a las nueve en el amarradero de botes. ¿Nos vemos?

-Por supuesto conteste sin margen de duda.

Bastante alta, flaca, pechos pequeños, cola redonda y un pelo castaño claro que casi le llegaba a la cintura.

Las clases de catequesis me importaban lo mismo que los niños, nada en absoluto, solo quería estar cerca y pasar la mayor cantidad de tiempo con ella.

Me contó que era amiga del Loco lo que me intranquilizó un poco pues era competencia segura. Con el paso del tiempo nuestra amistad nos permitía caminar tomados de la mano y charlas con su cabeza apoyada en mi hombro. Mi enamoramiento era irremediable mas no ceñía la forma de declararle lo que sentía, porque en ese momento yo les creía a las mujeres, y ella afirmaba que no quería novios. Durante mucho tiempo sólo pensé en ella de la forma más pura, soñaba con estar internado en un hospital, que se me acostara al lado, apoyase su cabeza en mi pecho y solo me acaricie. Soñaba con besos llenos de ternura, sin pasión, solo con amor y entrega.

Llegó el último domingo de la temporada, el día que nuestros párvulos tomarían su primera comunión con el agasajo correspondiente.

Llegamos a la isla, reunimos a los niños, tomaron su comunión y se fueron a sus casas. Debíamos esperar a la tarde para la fiesta y nos quedaba un tiempo muerto de tres horas. Previsores, llevamos unos sándwiches, compramos una gaseosa y nos fuimos a la orilla de la laguna, cerca de un montecito deshabitado.

Comimos despacio y disfrutamos de la charla. –Me tendría que cambiar la remera- me avisó, -no mires por favor-. Casi respeto su pedido, pero no pude evitar girar la vista. Tenía un corpiño blanco con unas pequeñas florcitas pintadas, a pesar de lo pequeño de sus pechos se notaban presionados dentro de él. Cuando notó que la miraba me hizo una sonrisa. –Sos chanta-susurró. Yo me sonreí también y le pedí que se quede un rato así, que me encantaba. Ella accedió y yo me recosté posando la cabeza sobre sus piernas. Mi visión era su corpiño y su cara. Mi mano llegó hasta su espalda y empecé a acariciarla con suavidad. Pensé que le había molestado porque hizo un movimiento brusco, la calma posterior me demostró que algunas cosquillitas le producían mis mimos. Miró para abajo y se toparon nuestros ojos.-Como te quiero- susurró. Se agacho un poco y me dio un beso en la frente y otro en la nariz. Yo estaba en el paraíso, ¡gracias Dios por regalarme este momento solo por preparar niños que tal vez sientan algo al comulgar!

Mi mano subió hasta su nuca por debajo de los pelos y la atraje hacia mí sin que opusiera mayor resistencia. Asustado, apoye mis labios en su boca y me quedé inmóvil, eternizando ese momento memorable. No sin sorpresa noté que la abría un poco forzándome a hacer lo mismo y el beso comenzaba a ganar en humedad. Me incorporé sin distanciar nuestras caras, su lengua se estaba metiendo osadamente en mi boca y la mía plagiaba sus movimientos. Mi mano comenzó a jugar con su ombligo a la vez que las suyas subían por mi pierna. Al sentir esas caricias, mi grado de excitación era absoluto. Con miedo y timidez posé mi mano en su pecho y lo acaricié por sobre el corpiño, noté que le gustaba y cada caricia mía acercaba su mano a mi entrepierna.

Nunca jamás me hubiera imaginado que las cosas acaecerían como estaban sucediendo, aquel amor puro con el que soñaba se estaba transformando en la mayor calentura de mi vida. Está bien así. Los besos siguieron y mi mano emprendió el ingreso por debajo del corpiño. Era el primer pezón que tocaba en mi vida. Chico, duro, rico. Su mano y su respiración se agitaban y yo estaba en las nubes. Cuando llegó a mi bragueta y me rozó, acabé. Traté de que no se diera cuenta, creo que no lo logré, tal vez por la presión que mis dedos ejercieron sobre el pezón en ese momento. -¡Me duele! –Perdón.

Se apartó un poco y se puso la remera. La abracé y se resistió. Note que lloraba, supuse que no era de dolor. -¿Que te pasa?- Seguía llorando. Continuará.....

Segunda parte

Tercera parte

Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet

15.2.07

Diálogo sobre sexo, virginidad, machismo y culpas.

Este diálogo surgió en un ómnibus de larga distancia, teníamos 18 años entonces y no sabíamos mucho de la vida, pero queríamos aprender.

CJS:-Lo que pasa es que somos un producto, lo queramos o no, de la educación jesuita, los forros estos, nos han creado una gran facilidad para la culpa, incluso nos sentimos culpables de situaciones que no lo merecen.

EL LOCO:-Tal vez.

CJS:-A ver ¿por qué no cogemos con todas nuestras novias o al menos nos da tanto trabajo?

EL LOCO:-Porque ellas no quieren entregarse, no quieren perder su virginidad.

CJS:-¿Qué no van a querer? Desde que se agarran la primera calentura y se les moja un poquito, lo único que quieren es que se la metan, como nosotros clavarla.

EL FILÓSOFO:-Tal vez, pero tienen muchas represiones que se lo impiden, no te olvides de los padres, la religión.

CJS:-Disculpame, ¡nosotros también!, Hace años que nos vienen diciendo que la paja y las relaciones prematrimoniales son un pecado. Pero no hacemos caso, salvo contadas e improbables excepciones, todos nos hacemos la paja y ninguno se plantea llegar virgen al matrimonio.

EL LOCO:-O sea que los hombres le damos menos bola a las represiones que las minas.

CJS:-O sea que los hombres le damos menos bola a las represiones.

FERNANDA, una chica mendocina, se acercó y se sentó a mi lado.

FERNANDA: -¿De que hablan? Preguntó.

CJS:-De sexo y represiones, nos viene bien que estés. ¿Nos explicás en que consisten las represiones femeninas y por que razón su virginidad es más importante que la nuestra?

FERNANDA: -No sé, ¡fue hace tanto!

EL LOCO:-¿A que edad?

FERNANDA:-diecisiete, un primero de enero.

CJS:-¿Y cuanto tiempo de calentura te aguantaste?

FERNANDA:-Desde la primera vez que me apoyaron el que te dije por los alrededores de la que te dije. Los primeros besos de lengua, tendría quince.

CJS:-¿Y por que tardaste dos años en fifar?

FERNANDA:-Miedo.

EL FILÓSOFO:-¿Miedo a qué?

FERNANDA:-Miedo a que me deje después de eso. Tener a los chicos enganchados con la promesa de que le vas a entregar tu cuerpo, (lo que es gracioso, porque es en la chucha en el único lugar donde no pudieron acceder) te asegura una continuidad en la relación.

CJS:-Y te asegura calenturas atroces.

FERNANDA:-Y, sí, se manejan, por otro lado, aunque lo tratemos de negar, la idea de llegar virgen al matrimonio da vueltas. Es una idea nomás, creo que ninguna se lo plantea realmente en serio, solo ayuda a aguantar un poco más de tiempo las piernas cerradas.

EL FILÓSOFO:-¿Para qué?

FERNANDA:-Prácticamente para nada, es algo tan cultural que no tiene mucha explicación, también está el miedo al dolor de la primera vez y el terror a un embarazo.

EL LOCO:-¿Y es real el dolor?

FERNANDA:-Duele, un poco, bastante, pero es culpa más que nada de la predisposición y la tensión de la primera vez. Pero la segunda duele menos, la tercera poquito y se mezcla con cosquillitas y después es fabuloso.

CJS:-Siguiendo con el tema, digo yo ¿El machismo ¿no tiene nada que ver?

FERNANDA:-También, los hombres disfrutan de la espera.

CJS:-El dolor de huevos no se disfruta.

FERNANDA:-No sé eso, lo que sí sé es que si una chica se encama con un muchacho la primera vez, en el dictamen de ese muchacho va a revolotear la palabra “atorranta” y tal vez encare diferente la relación.

EL FILÓSOFO:-¡Eso es machismo puro!

FERNANDA:-Si, los hombres se hacen los superados y modernos, pero siguen queriendo la exclusividad histórica de las zonas vaginales.

CJS:-Puede ser, me parece que nuestro problema es la comparación, no queremos ser derrotados en eso.

FERNANDA:-¿No se dan cuenta que ese no es un problema?, Al menos que sean un desastre, al ser los últimos siempre hay tiempo de mejorar y probar nuevas cosas.

CJS:-No lo había pensado así, pero tenés razón.

Continuara........

Cruz J. Saubidet®

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23.1.07

Historia de Romina.

Mi amiga me había cambiado una historia por arrumacos, pero la noche había terminado y yo estaba ansioso de escuchar el final de aquella aventura con su amiga Romina, a quien jamás conocí pero imaginé en muchas fantasías. El cuento se había cortado luego de una pelea de mi amiga con una compañera de colegio, en la cual la contrincante llamada Marta había terminado en el hospital a causa de un golpe propinado en la cabeza con un palo de jockey.
-Bueno corazón, ya pasó la noche y parte de este día, creo que llegó el momento de escuchar por que puta razón la historia no terminó de la mejor manera.
-Bueno, saca la mano de ahí así me concentro y te cuento.
Saqué mi mano fingiendo disgusto, me crucé de brazos.
-Soy todo oídos.
-Como te decía, el golpe no había sido para tanto y yo no era una asesina. El problema ahora era Romina.
-¿Romina? ¿Contame como es?
-Romina es una chica medianamente linda, los ojos son su parte más llamativa, de un color a veces verde, a veces marrón claro siempre abiertos y brillosos. Debe medir lo mismo que yo, aunque tiene la espalda más ancha. Sin llegar a gordita, en esa época andaba en el límite pues sus pulpas eran generosas. Muy deportista, el pelo hasta los hombros de un rubio oscuro, no castaño.
-Me está gustando tu amiga, ¿por qué no la invitaste?
-Ya bastante que te comparto con Josefina, si fuéramos tres vos te agrandarías demasiado.
-Es verdad, a parte el físico no me da para tanto. Contesté entre risas.
-Bueno. Después del problema del hockey, me sentí muy agradecida, si no fuera por Romina, no sé como hubiera reaccionado. Nos volvimos muy compinches, pasábamos los recreos juntas, salíamos juntas del colegio, nos encontrábamos todas las tardes, venía a casa o yo a la suya. Con el tiempo me di cuenta que mis relaciones disminuían. De mis amigas del curso solo charlaba con alguna de vez en cuando y ya no salíamos los fines de semana.
Si bien con Romina me sentía muy bien, añoraba un poco a las otras y más aun la frivolidad adolescente que vegetaba en las noches de viernes antes de ir a bailar.
Con Romina salíamos a veces, pero todo era planeado y conversado, pensaba que se sentía responsable de mí, y yo la dejaba. Varias veces tuve que mentirle luego de alguna salida con otras chicas. No porque ella se ofendiera o enojara, sino porque me daba una culpa inefable, recelaba que la haría sentir mal.
Me sentía un poco ahogada, pero por otro lado, la contención que me daba era impagable, más teniendo en cuenta que desde la muerte de mi viejo, me sentía un poco desprotegida.
Un viernes noche, luego de ganarle un partido de Scrabel y tomar muchas cervezas, decidimos ir a dormir. Hacía calor. Como había decidido quedarse sin planearlo, tuvo que llamar a su casa para avisar. Nos metimos en mi cuarto, nos reíamos de cualquier pavada. Pusimos la música bajita y empezamos a bailar. La música era sexy y así era nuestra danza. Meneábamos la cintura y nos agachábamos, estábamos muy divertidas. Romina empezó a jugar con su remera, la iba subiendo despacio al ritmo de la música y sus movimientos eran realmente eróticos. Despacito, se sacó la remera y me la tiró en la cara. Yo hice lo mismo, el jueguito me encantaba. Puso sus dos brazos en su espalda y se desprendió el corpiño, mientras lo hacía, se agachaba y levantaba pegada a mí y me rozaba con sensualidad. Ya me atemorizaba un poco la situación, pero me excitaba bastante, así que la imité. Estábamos las dos en cueros, nuestros pechos se rozaban y bailábamos agarradas de las caderas moviéndolas y agachándonos. Lentamente, casi sin que lo notara, me desprendió los jeans y me bajó el cierre con paciencia infinita. A pesar que nunca me había planteado un momento íntimo de esa magnitud con una chica, no podía evitar sentir esos impulsos eléctricos y agradables que consiguieron humedecerme. Tomándose su tiempo y sin dejar de bailar, me dejo con la bombacha como única prenda. Yo tampoco dejaba de bailar y bajé sus pantalones con una pericia desconocida.
-¡Me estás haciendo calentar!
-Seguíamos bailando y rozándonos, las dos estábamos muy calientes. En un momento, me abrazó por la espalda y empezó a rozar mi cola con su pelvis, a la vez que sus manos bajaban apenas rozándome por mis lolas y mi ombligo. Luego tomó mi bombacha y la deslizó sin apuro hasta mis rodillas, con un par de movimientos me deshice de ella y para emparejar la situación, con el dedo gordo de un pie, baje la suya hasta el suelo.
La situación era contradictoria, por un lado me encantaba el jueguito y estaba totalmente erotizada con sus movimientos y caricias y por otro, no tenía nada de ganas de que me besara, me daba impresión ser besada por otra mina. Creo que se dio cuenta, pues sus ósculos nunca llegaron a mi boca, aunque recorrieron todo mi cuerpo de una forma maravillosa. Jugamos por más de una hora ese juego, yo no tenía mucha experiencia en esto de orgasmos, había fifado un par de veces con un novio pero su velocidad y mi incomodidad transformaron la situación en meramente exploratoria. Cuando me llegó el inesperado orgasmo, su fuerza era algo desconocido, me encantó y Romina tuvo el tino de alargarlo una eternidad con la destreza de alguien que conoce del tema.
No sé bien cual es la diferencia, pero el orgasmo entre congéneres es diferente. No puedo afirmar si es más lindo o más feo, pero es probable que sea más desprendido, se siente de verdad que a tu pareja solo le interesa tu goce y cuando llega, no necesitas pensar en ella, porque ella lo está disfrutando tanto como vos.
-Se ve que solo te encamaste con hombres un poco machistas. Le comenté, a la vez que la historia había logrado cambios en mi fisonomía. Dudé entre abalanzarme sobre ella o esperar el final de la historia. La segunda opción me pareció más interesante por el momento, aparte tiempo era lo que sobraba.
-No lo sé, además no fueron tantos, puede ser, me pasa que cuando estoy acabando no puedo abstraerme, sino que pienso si él lo estará disfrutando. Esa noche con Romina, sentía mi orgasmo como un regalo que le hacía, convencida del regocijo que le provocaría. Pero como ya te dije, no quería besos, ni tampoco incursionar en sus intimidades, por lo que se las tuvo que arreglar medio sola para llegar al final, yo solo la acompañaba y acariciaba, pero no me gustaba la idea de ir más allá de las caricias sobre la piel. Por la cara de Romina, se notaba que estaba feliz y por qué negarlo, había logrado que yo la pasara de maravilla. Nos quedamos dormidas desnudas y abrazadas, por suerte me desperté antes de la madrugada y me cambié de cama, no se que hubiera dicho mi madre si nos encontraba en ese estado.
No levantamos el sábado casi al mediodía, con una resaca que no era alcohólica y, en mi caso, con una decisión que tomar. Me llevó una semana tomarla y no sé si fue la correcta. Tal vez no hubiese sido necesario alejarme así de Romina, pero fue lo que me salió en ese momento. La empecé a esquivar en los recreos, me iba rápido del colegio dejándola rezagada y hasta me hacía negar por teléfono. Volví poco a poco con mis antiguas amigas y hasta Marta formó parte de las salidas los viernes a la noche. Desde ya que nos seguíamos viendo a diario, pero el diálogo se tornó escueto y banal. Contra mis pronósticos, en ningún momento Romina me reprochó la actitud, solo me dijo “cuando quieras buscame”. Quise muchas veces, pero el recuerdo de esa noche agradable me provocaba mucho miedo. Así fue como perdí a mi amiga más incondicional, de miedosa nomás.
Me la encontré unos días antes de venir y tomamos un café, está muy bien, estudia cine en Buenos Aires y tiene una novia que la trata muy bien, trabajan juntas en una productora. A veces la extraño, pero no la cambiaría jamás por una noche como la de anoche.
Cruz J. Saubidet®