La adolescencia se rige por dos factores: los amigos y el sexo, este último está en directa relación con el primero pues una de las maravillas del sexo adolescente es relatarlo con ciertas exageraciones a los amigos.
A partir de los trece años es donde las amistades comienzan a reforzarse y es allí donde el debut sexual juega un papel importante. Es una competencia no declarada, pero a su vez una carrera sin freno hacia el liderazgo en esas lides. Desde ya que los grupos en competencia suelen ser pequeños. Nunca podríamos competir con toda una división del colegio porque no faltaría el que debutó a los 11 años con una prima o al que su padre el día de su cumpleaños de doce lo llevó donde una puta conocida para que le desvirgara el nene.
Quizás los grupos de amigos tengan preferencias sexuales en común, o tiempos sexuales. Puede ser, aunque no es importante.
El debut sexual está sobrevaluado, muchos lo hubiéramos tratado de olvidar de no haber sido por el factor “compartirlo con los amigos” y sus exageraciones correspondientes.
La mayoría de mis amigos debutaron en conjunto con sus novias de ese momento y comenzaron a disfrutarlo después de superar muchos miedos y nerviosismo.
Yo no, yo debuté con una mujer de vasta experiencia e ínfima belleza, pero que supo guiar mis movimientos sin hacerme sentir un ignorante. Sin embargo, mi comienzo no fue bueno, la única emoción con que contó fue el hecho de “meterla” en un lugar diferente a la concavidad de la mano (y un poco más húmedo). Pero la idea era comenzar y ser el primero y eso lo conseguí.
Pero, ese comienzo tuvo su lado negativo. Me costó mucho tiempo poder unificar sexo y amor como una cosa maravillosa. Ese debut falto de emoción, me generó un egoísmo y desinterés para con mis parejas que me duró mucho tiempo.
Posiblemente no se haya tratado de eso, pero me gusta echar culpas para cubrir mis falencias inexcusables.
Lo más probable es que me haya mostrado desinteresado con ellas porque efectivamente lo estaba, pero debí esperar muchos años para sentir el amor como corresponde.
También puede ser verdad lo que dice un amigo psicólogo que tengo:
Me parece, Cruz, que lo tuyo era “hijoeputez” nomás. Yo no quiero creerle.
Cruz J. Saubidet®