A veces pensaba que necesitaba una novia, el problema era que no la conseguía, todas tenían algo que me impedía repetir la salida. Por desgracia, las que estaban bien me encontraban algo a mí.
A veces me divertía mucho, a veces era el centro de las reuniones y cantaba y tocaba la guitarra, solo a veces, solo cuando tomaba vino tinto, que aunque no me gustaba, lo necesitaba para desinhibir mi parte expresiva.
Quise ser poeta, pero no pude ser ordenado, había que serlo para escribir. A veces me despertaba a las cuatro de la mañana, me hacía unos mates y escribía. En Formosa escribí mucho, pero es fácil cuando uno está así, solo, angustiado y sin muchos libros. Salieron cosas lindas y algunos versos interesantes también se generaban en las madrugadas.
“La poesía debe definir las cosas, debe mostrar las cosas tal como las vemos” Me decía Pancho Muñoz, o tal vez Korenblit, en unos cursos que dieron en el “Rojas”. Me gustaba definir el agua como algo que siempre cae, no era una idea mía, algún poema ya lo había dicho.
Definí una noche, el amor:
se hace esperar y siembra esperanzas/ busca mi arraigo/ la idea de quedarme donde estoy/ si me voy/ o me abandona/ no me perdona/ como soy.
No era mi estilo, yo hacía rimas consonantes, pero esa noche me salió eso.
Quedó en el cuaderno hasta que opté continuarlo, ya no fue tan puro:
Es el reflejo a que uno teme/ vergüenza propia/ dividir uno en dos partes/ y rescatarte de soledades/ ver verdades y contarte.
Nunca se anuncia cuando aparece/ cuesta mil dudas/ momentos de profunda desazón/
Y el corazón movilizado/ busca a su lado la pasión.
No me disgustó, que ya era bastante.
Cruz J. Saubidet®
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