16.5.07

El primero de mis amores, Primera parte

Llegó una tardecita a casa buscando a mi hermana. Cuando abrí la puerta y me saludó con un beso, me habló bajito y con una dulzura que me encantaron. Venía a hacer un proyecto de clases de catequesis para niños pobres que patrocinaba mi colegio en un barrio cruzando la laguna. Tenía un año más que yo. Me inventé interesado y las ayudé o molesté en lo que pude. Les preparé unos mates y me deleité un par de horas en compañía de la recién llegada. La llamaban BS.

Antes de irse, el padre la esperaba en la puerta, me dijo como al pasar si quería dar catequesis con ella. Hablamos le dije, aunque la decisión ya estaba tomada.

Al otro día me llamó y le expresé que si necesitaba un ayudante estaba dispuesto. Si se trataba de hacer cosas separados no iría.

-Ya hablé con el padre José Antonio y le propuse que me acompañes, dijo que sí. El domingo a las nueve en el amarradero de botes. ¿Nos vemos?

-Por supuesto conteste sin margen de duda.

Bastante alta, flaca, pechos pequeños, cola redonda y un pelo castaño claro que casi le llegaba a la cintura.

Las clases de catequesis me importaban lo mismo que los niños, nada en absoluto, solo quería estar cerca y pasar la mayor cantidad de tiempo con ella.

Me contó que era amiga del Loco lo que me intranquilizó un poco pues era competencia segura. Con el paso del tiempo nuestra amistad nos permitía caminar tomados de la mano y charlas con su cabeza apoyada en mi hombro. Mi enamoramiento era irremediable mas no ceñía la forma de declararle lo que sentía, porque en ese momento yo les creía a las mujeres, y ella afirmaba que no quería novios. Durante mucho tiempo sólo pensé en ella de la forma más pura, soñaba con estar internado en un hospital, que se me acostara al lado, apoyase su cabeza en mi pecho y solo me acaricie. Soñaba con besos llenos de ternura, sin pasión, solo con amor y entrega.

Llegó el último domingo de la temporada, el día que nuestros párvulos tomarían su primera comunión con el agasajo correspondiente.

Llegamos a la isla, reunimos a los niños, tomaron su comunión y se fueron a sus casas. Debíamos esperar a la tarde para la fiesta y nos quedaba un tiempo muerto de tres horas. Previsores, llevamos unos sándwiches, compramos una gaseosa y nos fuimos a la orilla de la laguna, cerca de un montecito deshabitado.

Comimos despacio y disfrutamos de la charla. –Me tendría que cambiar la remera- me avisó, -no mires por favor-. Casi respeto su pedido, pero no pude evitar girar la vista. Tenía un corpiño blanco con unas pequeñas florcitas pintadas, a pesar de lo pequeño de sus pechos se notaban presionados dentro de él. Cuando notó que la miraba me hizo una sonrisa. –Sos chanta-susurró. Yo me sonreí también y le pedí que se quede un rato así, que me encantaba. Ella accedió y yo me recosté posando la cabeza sobre sus piernas. Mi visión era su corpiño y su cara. Mi mano llegó hasta su espalda y empecé a acariciarla con suavidad. Pensé que le había molestado porque hizo un movimiento brusco, la calma posterior me demostró que algunas cosquillitas le producían mis mimos. Miró para abajo y se toparon nuestros ojos.-Como te quiero- susurró. Se agacho un poco y me dio un beso en la frente y otro en la nariz. Yo estaba en el paraíso, ¡gracias Dios por regalarme este momento solo por preparar niños que tal vez sientan algo al comulgar!

Mi mano subió hasta su nuca por debajo de los pelos y la atraje hacia mí sin que opusiera mayor resistencia. Asustado, apoye mis labios en su boca y me quedé inmóvil, eternizando ese momento memorable. No sin sorpresa noté que la abría un poco forzándome a hacer lo mismo y el beso comenzaba a ganar en humedad. Me incorporé sin distanciar nuestras caras, su lengua se estaba metiendo osadamente en mi boca y la mía plagiaba sus movimientos. Mi mano comenzó a jugar con su ombligo a la vez que las suyas subían por mi pierna. Al sentir esas caricias, mi grado de excitación era absoluto. Con miedo y timidez posé mi mano en su pecho y lo acaricié por sobre el corpiño, noté que le gustaba y cada caricia mía acercaba su mano a mi entrepierna.

Nunca jamás me hubiera imaginado que las cosas acaecerían como estaban sucediendo, aquel amor puro con el que soñaba se estaba transformando en la mayor calentura de mi vida. Está bien así. Los besos siguieron y mi mano emprendió el ingreso por debajo del corpiño. Era el primer pezón que tocaba en mi vida. Chico, duro, rico. Su mano y su respiración se agitaban y yo estaba en las nubes. Cuando llegó a mi bragueta y me rozó, acabé. Traté de que no se diera cuenta, creo que no lo logré, tal vez por la presión que mis dedos ejercieron sobre el pezón en ese momento. -¡Me duele! –Perdón.

Se apartó un poco y se puso la remera. La abracé y se resistió. Note que lloraba, supuse que no era de dolor. -¿Que te pasa?- Seguía llorando. Continuará.....

Segunda parte

Tercera parte

Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet

1 comentario:

BB dijo...

que historia... de que lloraba? no tarde pa' contar la continuación...

Un abrazo!

Me gusto la parte en que dices que en ese tiempo le creias a las mujeres...:P maluquin.