Mi inexperiencia me hacía creer que le había hecho algo malo. La concepción machista nos ha convencido que las mujeres sufren más por amor que los hombres, ¡no es verdad!, Sus heridas se curan como las de los niños, rápido y casi no dejan huellas. Los hombres estamos obligados a no sufrir en esos casos, lo que es un doble trabajo ya que a pesar del dolor, tenemos que aparentar indiferencia. Esto hace más largas las agonías.
-Yo no quería que esto pasara. ¿Que hicimos?
No hacía falta respuesta, el proceso químico de la atracción sexual había explotado en su caso y mi amor desmesurado solo se había dejado llevar. En ningún momento me pareció que no quería.
-¡Que vergüenza!
-¿Por qué?
-No sé, ¡ah que vergüenza!, vamos a la iglesia, me siento muy rara.
-Yo estoy muy contento. Sin duda lo estaba, durante meses había soñado ese momento, no de esa forma, daba igual, la chica que amaba al fin había caído a mis brazos. Que inocente era, en realidad, estaba a punto de perder lo poco que tenía.
Traté de abrazarla mientras volvíamos a la iglesia. –Mejor no- me dijo. Y no me habló más.
La suerte quiso que me hubiera puesto un pantalón negro nevado, por lo que el recuerdo más evidente de aquel momento se confundía con las manchas originales y pasaba casi inadvertido.
-¿No me vas a hablar? Pregunté preocupado.
–Estoy muy confundida, mejor no. ¿Confundida? Yo tenía una claridad atroz y ella confundida.
-Bueno, andá sola, yo me tomo el “13” y me vuelvo si preferís.
–Hacé lo que quieras.
Ofendida parecía, yo ya no entendía nada. Por eso me tomé el colectivo que cruzaba por el puente y con un dejo de tristeza regresé a casa.
Cuando pasé por la cancha de Unión me acordé que jugaba. Me bajé y me metí en la popular. – ¡Viniste Loco! Me dijo el Negro. A los 5 minutos un gol de Toresanni me hizo olvidar un poco el mediodía tan lindo y tan amargo.
Luego del partido nos quedamos un rato festejando la victoria y nos tomamos una gaseosa de litro en el quiosco de la esquina.
–Vamo a lo del Sabalé.
–Vamo.
El Sabalé estaba en misa.
– ¿Vamo a la salida de misa?
–Vamo.
Y conversando del partido caminamos hacia la puerta de la iglesia.
Creo que éramos más los que estábamos en la puerta que los que habían entrado. Comenzaba a hacerse de noche. Cuando concluyó la misa, se nos unió el Loco.
-¿Qué hacemo? Pregunté.
-Vamo a la peatonal.
–Vayan ustedes- dije, los domingos a la noche detestaba la peatonal.
–Me voy a casa. Chau.
Llegué y me lo encontré al Filósofo tomando unos mates con papá.
-¿Hace rato que estás?
-No mucho.
–Dame un Matienzo.
Me tiré en el sillón y disfruté del silencio de la conversación que estaban teniendo. Continuará....
Extracto de MISERIEDAD® Cruz J. Saubidet[sexo] [erotismo] [historia] [adolescencia]
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